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Villalta, la poeta «valiente» que describió «con humanidad» la prostitución del Papagayo, un barrio coruñés

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La fotógrafa Maribel Longueira, con la que editó ‘Papagaio’, la recuerda como una mujer «solidaria y generosa» y «con una mente privilegiada»

A CORUÑA, 11 (EUROPA PRESS)

La fotógrafa Maribel Longueira dice estar ‘enluisiada’ por lo mucho que habla sobre la poeta Luisa Villalta, amiga y a la que este año se le dedican las Letras Galegas 2024. Pese a las incesantes peticiones de entrevistas, dice no cansarse de reivindicar a una mujer «solidaria y generosa» y «con una mente privilegiada».

Junto a ella preparó en 2004 ‘Papagaio’ –que no vio la luz hasta 2006–, una obra en la que el diálogo entre fotografías y poemas sirve para retratar la «Pompeya» que, en palabras de Longueira, resultó de la demolición del barrio coruñés del Papagayo, marcado durante décadas por la prostitución y la droga.

«Hay que admirar la valentía que tuvo para escribir eso. Porque trató a las mujeres con humanidad, cosa con la que normalmente no se trata a las mujeres que se dedican a la prostitución», destaca la fotógrafa en una charla con Europa Press

Longueira recuerda cómo se acercó a un barrio que durante años le estuvo vetado por su familia y que conoció ya, cámara en mano, cuando estaba a punto de ser demolido. Según explica, llevaba ya tiempo con una metodología de trabajo muy concreta, de fotografiar y a partir de ahí contextualizar con textos. Y esto fue justo lo que le propuso a varios autores, entre ellos a Luisa Villalta.

«Hablé con Luisa y se entusiasmó con el tema. Vino a mi casa al día siguiente y empezó a elegir fotos y se llevó unas 200, más o menos, de las 600 que yo tenía (…). Un día me llama y me dice que ya tiene los poemas y viene a mi casa, con un documento en Word maquetado con 60 y tantas fotos. Yo no maqueté ese libro. La distribución, el esquema del libro, todo es de Luisa. Y se nota porque en cada poema hay un vínculo con la foto; como una especie de índice».

«Vino, leyó unos poemas y cuando acabó, me miró, todavía recuerdo cómo me miró, con esos ojos tan maravillosos que tenía Luisa, y dijo: ¿Te atreverás?» Y yo le contesté: «Luisa, si te tú te atreves, yo voy contigo al fin del mundo».

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Dice Longueira que ambas eran conscientes del riesgo que suponía abordar de una forma tan explícita una situación tan «precaria» y «ocultada» como la prostitución.

«NO ERA REIVINDICAR, ERA RESPETAR»

«Yo quería una visión como de una persona que viene de fuera y se encontraba el Papagayo así, como si fuera una ‘Pompeya’, unos restos arqueológicos que, de alguna manera, conservaban la esencia de las personas que habitaron allí (…). No era reivindicar la profesión, sino respetar y ser un índice de la historia que ocurrió aquí y que sigue ocurriendo en muchas ciudades del mundo. Que esa memoria nos ayuda a resolver otros problemas».

Antes de la demolición, la vida en el Papagayo «se parecía a la de la Gran Vía de Madrid», según le reconoció una prostituta a la fotógrafa años después. «Cuando venían los marineros, había cola por toda la calle. Había una cola que llegaba a la Calle Real, cuentan. El auge de este prostíbulo era muy fuerte», relata.

Sin embargo, el bullicio era solo interno, pues el resto de coruñeses evitaban la zona, en parte por el estigma que suponía. «La gente de la ciudad procuraba no mirar, miraban hacia otro lado, porque también venían los maridos de la gente de la ciudad, no solo los marineros», apunta.

Durante décadas, en el barrio también se movió mucha droga. «La droga normalmente va implícita a estos espacios. Se consume también porque hay que resistir a la vida, a la pobreza y a la frustración», reflexiona la fotógrafa. «El Ayuntamiento debería haber actuado muchísimo antes sobre todo en cuestiones de salubridad porque vivían en una casas en las que no tenían lo necesario para vivir»

Maribel Longueira recuerda con cariño a algunas de las prostitutas con las que, al vivir ella unas calles más arriba, tenía trato. Cuenta que alguna incluso se preocupó en su momento por su hijo, que iba al colegio cerca, y por su marido.

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«UN LUGAR DE MALA VIDA QUE HABÍA QUE LIMPIAR»

Muchas de ellas se desplazaron al Orzán cuando se acometió la demolición del barrio, otras simplemente desaparecieron, cuenta la fotógrafa. Aquella remodelación respondía, más que nada y tal y como apunta Longueira, a la especulación urbanística.

«En ese momento, los empresarios se pusieron con que había que deshacer eso porque era un nido de ratas y de prostitución y no se podía permitir. Alegaban que era un lugar de mala vida, infectado y lleno de drogadictos. Entonces había que limpiar todo eso y por eso iban a construir unos edificios muy bonitos que además iban a proporcionar mucho dinero», rememora.

Más de 20 años después, los locales de copas y prostíbulos han sido sustituidos por tiendas vintage, cafeterías con café de especialidad y hasta un mercado gastronómico. También el Museo de Belas Artes de A Coruña se encuentra en esta zona, en la que los alquileres oscilan entre los 800 y los 1.500 euros.

«Hay una especulación urbanística clara en las ciudades. Aquí podían haber hecho algo más ajustado. Hay excavados 32 metros de profundidad para siete plantas, para garajes, de las que solo se han utilizado tres», critica.

Hace dos décadas, la especulación ya fue tema central de ‘Papagaio’, así como lo fue el machismo respecto a la prostitución. Por ello, Longueira no se muestra optimista de cara al futuro.

«Los alquileres de A Coruña están desproporcionados. En otros países la vivienda está sujeta a cánones estrictos y hay por lo menos una serie de viviendas a la que pueden tener acceso los jóvenes», denuncia la fotógrafa, poniendo como ejemplo a su propio hijo, uno de esos menores de 30 años cuyo sueldo no le permite independizarse y, además, «vivir».

«Son la generación más preparada que ha habido en la historia de nuestro país. Y los que no se marchan están malviviendo en el país porque no se marchan por afectos personales y porque les gusta su país y prima eso», lamenta.

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«LA PROSTITUCIÓN SEGUIRÁ SI LOS HOMBRES LAS VISITAN»

La explotación sexual de las mujeres, vaticina, «seguirá viva» también. «Es un instinto que todavía tienen. Muchos hombres consideran que las mujeres están para el servicio de su placer. Entonces, mientras esos hombres no reflexionen, no va a haber nada que hacer», augura.

«Todavía hay muchísimo hombre que considera que las mujeres no son iguales que ellos, que no tienen los mismos derechos. Incluso la gente que es más liberal y que igual no son maltratadores en el sentido de maltrato físico, sí lo son son psicológicamente, sin ser conscientes. Son años de poso (…). La prostitución seguirá existiendo mientras los hombres las sigan visitando».

Ante esta situación, plantea la legalización de la prostitución, de forma que se pueda llevar un control e impedir el tráfico de personas y la explotación de menores. Con todo, anima a un debate público. «Hay una serie de elementos que rodean este tema, que sí debería estar expuesto la sociedad», lanza.

Maribel Longueira siempre pensó que esta obra la «defendería» la propia Villalta, que no llegó a verla publicada. Papagaio salió en 2006, dos años después del prematuro fallecimiento de Villalta a causa de una meningitis.

Si ahora pudiese proponerle otro tema que abordar, Longueira no duda y barre ‘para casa’ con la precariedad que enfrentan los trabajadores del mar. «Haría todo lo que ella quisiera», comenta.

Villalta no dudaría en aceptar al tema. «Luisa estaba defendiendo siempre a los más humildes, afligidos, explotados. Era una persona muy solidaria.», destaca la fotógrafa, que pone también en valor su «exigencia», pero sobre todo su «generosidad» para con sus compañeros, a los que nunca pedía nada a cambio de sus textos.

«Habla de la especulación económica y de la especulación del suelo, pero no era una especulativa de su sapiencia», concluye.


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